
Ramos cubiertos de piel engrasada que ardieron como teas; trozos de beleño quemados por una punta y fijos en pelotas de barro adheridas a la pared de las bóvedas con cuyas luces también se alumbraron los trabajadores.
De todo ello me ocupo en mi libro: Luces en las minas de Asturias: Candiles de sapo.
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