Con la desilusión de haber visto volar los piezones del primer día, tenía pensado regresar al menos con uno de ellos, la alegría de comprobar la excelente acogida de mi libro y haber conseguido al menos una lámpara asturiana, siempre son objetivos prioritarios en mis safaris los modelos que han sido utilizados en nuestras minas, no me podía quejar de los resultados.
Y… ¡Qué no me volví a acordar de un pequeño sapo francés! Lo tenía localizado, pero se me olvidó. Intentaré ponerme en contacto con el vendedor, vía e-mail, para que me lo guarde.
En cambio compré un carburo portugués, completo, aunque pintado de negro, al que haré referencia cuando tenga tiempo para restaurarlo y que tenía incorporado un precioso gancho de un candil de sapo.
Con el fin de acabar de poner la serie de fotos, aunque hay más, termino con este escrito, ya con el avión a punto de aterrizar y habiendo conseguido que el tiempo del trayecto fuese corto y con la esperanza de que cuando lo coloque en el blog, sirva a alguno de mis lectores habituales para entretenerse un poco.
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