Ayer recibí un e-mail de la hija de Jean Paul, gran coleccionista de lámparas de mina, anunciándome el fallecimiento de su padre (q.e.p.d.).
Lo conocí en Wilnsdorf (Alemania) donde acudía todos los años en busca de nuevas lámparas para su colección. Aquel año estaba recién publicada mi obra Luces en las minas de Asturias: Candiles de sapo y acudió, con un ejemplar en la mano, hasta donde me encontraba para que se la dedicara, algo que hice con mucho gusto. Me comentó que tenía uno de los sapos que aparecían publicados, concretamente el de la contraportada y quiso conocer todos los detalles que fuera posible sobre él. Fue muy agradable el encuentro. Le pedí que quería me enseñase alguno de sus piezones y me dijo que: ¡Ok!
Meses mas tarde volvimos a coincidir en Bully les Mines y allí se presentó con un baúl lleno de candiles de sapo, algunos excepcionalmente bellos. Les hice fotos y siguen colgadas en el blog. Me comprometí a ir a conocer su colección.
Lo hice al año siguiente coincidiendo con un viaje a Böchum. Me acompañó mi amigo Josep Ignasi de Barcelona, autor del prólogo de Luces en las minas de Asturias: Lámparas de seguridad, fue muy amable con nosotros y muy grata la visita ante tal cantidad de lámparas de todo tipo, diferentes, que ocupaban todos los lugares de su enorme casa.
Al año siguiente, coincidiendo con el inicio de la crisis y la existencia de pocos vendedores en otra visita a Francia se puso las botas comprando. A pesar de que había perdido mucha masa muscular, necesitaba sus potentes brazos para transportarlas.
No lo volví a ver más. Ayer, la fatal noticia. Su hija y su hijo no saben qué van a hacer con las 900 lámparas que atesoraba...
Hasta donde estés Jean Paul, mi recuerdo y admiración, porque eras mi amigo.
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