Una celebración familiar en un restaurante de la capital del Reino me permitió, además de disfrutar del momento entrañable con mi familia, estar rodeado de bellos candiles y realizar fotos para mi comentario de hoy.
Los candiles han sido las lámparas más habituales en la iluminación minera y la más habitual de los hogares. Están formados por dos piezas (candil y candileja), aquí todos están con ellas y además, para que no se evaporen con un acto vandálico, con muy buen criterio: amarradas. La candileja, más corta, es la parte que se acopla al candil; en ella se deposita el aceite y se coloca la torcida -mecha-. Es el combustible empleado para la iluminación de los candiles por ser el más abundante en España. El candil es la parte exterior y su misión es la de recoger el aceite, para evitar que se derrame, que se va cayendo, a veces, tras el babeo de la candileja.
En Asturias, no hay aceite de oliva y se utilizaba de combustible el untu, sebo y grasa,... que al enfriar se solidifica. Este estado permite su fácil desplazamiento sin peligro a que se derrame el combustible que contiene; de ahí, que apenas parezacan las dos piezas juntas, recibiendo la candileja el nombre de candilexa.
Para evitar que se derrame el aceite al desplazar los candiles, poco a poco los hojalateros y fabricantes le fueron poniendo tapa; no obstante, la llegada del robusto candil de sapo, hizo que poco a poco, sobre todo en labores mineras fuera sustituyendo al económico candil de aceite fabricado en hierro u hoja de lata. La particularidad de que el aceite que babea el candil forme una pátina alrededor de la frágil estructura, evita que se oxide y por tanto, su vida útil y su coste permite que su uso se prolongue en el tiempo.
Aquí hay varios modelos de candiles, de pájaras, de claveles,... bellos y muy bien conservados. Me resultó muy agradable la sorpresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario