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lunes, 15 de enero de 2018

¡Recuerdo!




Cuando se jubiló Raúl tenía la categoría de vigilante, trabajaba en Carbayín y fue desde entonces cuando empezó su interés por coleccionar lámparas de mina.

Después de leer Luces en las minas de Asturias: lámparas de seguridad quiso conocerme porque vivía cerca de donde yo había localizado varios bidones repletos de piezas de lámparas de mina, la gran mayoría de lámparas eléctricas ADARO, pero también había otros llenos de corazas sin estrenar, roscas..., un saco imposible de levantar por su excesivo peso de piezas de encendedores verticales, piezas de lámparas de casco, había casi de todo, el tesoro para cualquiera que en aquellos momentos los precisaba y andaría buscando. Sólo había un problema. El adinerado comerciante que los tenía, no vendía nada; es más, prefirió regalarme varias  piezas antes que ponerles precio. Insití varias veces en comprarle repuestos y siempre obtuve la misma respuesta negativa. Cada vez resultó más difícil coincidir con el dueño en el almacén.

A Raúl le facilité el contacto. Tampoco consiguió nada porque la negativa a venderlas permaneció intacta en el comerciante chatarrero. Pese a ello, su interés por ampliar su colección fue en aumento y al estar en una zona minera donde aparecían lámparas por cualquier lugar, no le resultó difícil ir sumando bonitas piezas. Además tenía muy buenas manos para reponer un gancho que faltaba, sustituir una barilla rota, poner operativo un encendedor, reponer una bombilla o abrir una lámpara de cierre magnético. 

A esta afición común, se añadía que era una gran persona. Su conversación era muy amena al evocar recuerdos de su pasado desde que empezó siendo un niño a trabajar en un chamizo de montaña relatando sus vivencias. Pronto comenzó una amistad que fructificaría con el tiempo. Le invité a que me acompañara en un viaje por las Ferias de Europa, ya llovió desde entonces, discurría el año 2006, la primera vez que fui a Alemania. Nos habíamos propuesto realizar el viaje cuando se repondría del todo. Habían empezado sus problemas de salud cuando nos lo planteamos. Al final no podrá ser porque el pasado mes de diciembre se produjo su fallecimiento.

Me comunicó la fatal noticia su esposa. Hable con él meses antes, y ya estaba en el hospital. No me sentí con fuerza en mi estado de ánimo para ir a verlo. Hablé con él por teléfono. Pero me confesó que a sus lámparas le dedicaba ya poco tiempo...

Lo he pasado muy mal y me ha costado mucho asumir su pérdida. Sólo el recuerdo de la visita que hicimos al Mecheru de Saús que me llevó a conocer y que estaba encendido, me ha vuelto a hacer pensar también en los momentos buenos que pasamos con las lámparas o identificando a sus compañeros mineros que aparecían en sus viejas fotografías que atesoraba y conociendo sus historias. 

Hasta hoy no he podido dedicarte un merecido comentario en el blog que espero te llegue hasta donde estés, pero que sepas que siempre estarás presente en mi recuerdo.


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