Candil de tahona.
El pasado domingo por la mañana encontré un candil de tahona en manos de un comerciante desconocido. Era de Andalucía y estuve un buen rato escuchando sus argumentos sobre este candil, ya que me comentaba que sus antepasados habían trabajado en el gremio de los panaderos y había visto muchos. Incluso me comentó que había restaurado alguno, pues a pesar de ser de hierro dulce son frágiles y el cuadrado de la base suele estar incompleto. No me gusta el sistema que empleaba de sustituir el trozo que faltaba por barro.
Al final, no tuve más remedio que pagar lo que me pidió para conseguir uno de estos candiles. Tuvo la gentileza de incluir en el precio un documento de 1936 donde se hace referencia a la venta de boquillas de carburos de una determinada medida y de un bote de carburo de calcio. Interesante documento que encontré entre un montón, que tenía muy bien organizados en un clasificador.
Posteriormente, le pregunté por los candiles árabes y me comentó que en la actualidad hacen réplicas de los auténticos, algo que todos sabemos, pero me explicó como lo hacen.
Con fragmentos de cerámica de la época, que muelen, preparan la pasta con la que los fabrican y una vez cocidos, se parecen a los originales, aunque estampan en la base que son réplicas y que no los venden por menos de 60 euros cada pieza. ¡Precio un pelín abusivo!
No añado ningún comentario, por considerar suficientemente claras estas explicaciones que me dieron y carecer de suficientes conocimientos sobre cerámica para aplaudir o contradecir lo que escuché.
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