Este amigo me había proporcionado también la posibilidad de entrar en contacto con otros mineros que disponían de bonitas piedras de la mina de Reocín; sobre todo, marcasitas y blendas, que aún conservo, pero éstos, de lámparas de mina no querían saber nada.
El lunes pasado estaba un día de perros, llovía a cántaros y hacía mucho frío. Fui a ver a otro amigo minero de la zona de Torrelavega, pero dio la casualidad que la calle estaba cortada por obras y a pesar de intentarlo por ambos sentidos, me resultó imposible acceder a su casa, por lo que ante la imposibilidad física de aproximar el coche cerca y las desagradables inclemencias del tiempo, decidí marchar a Cangas de Onís en busca de otro amigo y dejar esta visita obligada para otro momento más oportuno.
En Cangas de Onís volví a llevarme otra sorpresa. El negocio que regentaba mi amigo estaba cerrado. Es más, había un cartel que ponía que se alquilaba… Mi sorpresa fue mayor cuando me comentaron que mi proveedor de lámparas de la zona, también había desaparecido.
¡Paciencia y barajar!, decía Cervantes…
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