A mi regreso de mis obligadas estancias en los hoteles de Oviedo, que los habituales lectores del blog estáis al corriente de las mismas, dos amigos me hicieron los siguientes comentarios:
El primero fue mi cartero, quien después de manifestarme que había estado pendiente de ver si me veía, cosa imposible en esas fechas, para que le asesorase sobre la compra de una lámpara, pues un hermano suyo quería comprar una para llevar a su casa fuera de Asturias. Como no le fue posible verme, me dijo que optó por comprar por 220 euros una lámpara de bencina artesanal, de las que están a la venta en algunos comercios de Mieres. Para una finalidad decorativa sirve.
El segundo fue otro amigo, que si entiende, y sabe sobre todo lo relacionado con la arqueología industrial. Me preguntó sobre el precio y dónde podría encontrar una lámpara auténtica, aunque tuviese abolladuras y no fuese muy atractiva a la vista, y si se supiese el lugar donde se utilizó mejor. Le hice mis sugerencias sobre los lugares donde debería buscarla, aunque le señalé que cada vez es más difícil precisar con rigor científico el nombre de la mina o pozo donde se utilizó; aunque, a veces, es también cuestión de suerte. Lo del precio es como los puñetazos, no tienen medida.
Son dos formas de afrontar la misma cuestión. Las dos son válidas, pero ambas ponen de manifiesto la validez del título que hoy he puesto a mi comentario y que repito:
Cada vez hay más afición por las lámparas de mina en Asturias.
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