Ya de pie, cuando estaba a punto de despedirme de él y su esposa, que si bien no participó en ningún momento en la conversación que manteníamos sentados en la mesa de la cocina, ella debía de tener la antena conectada a nuestra conversación, pues se dirigió a nosotros y añadió:
-Espere, no se marche, voy a darle un par de vasos de éstos si le valen.
Sacó de uno de los armarios colgados en la cocina y puso en mis manos dos vasos de los más gruesos que se fabricaron, pero originales, y continuó:
-Son los que utilizaba para hacer flanes y ahora ya no los uso.
Siguió dándome detalles.
- Después de preparar el flan con la leche, los huevos y el azúcar, cuando ya estaba cocinado, ponía a enfriar el flan en el interior de los vasos de las lámparas, previamente colocados en una gran bandeja (me la mostró) donde extendía una capa de azúcar requemado y como tienen el culo tan gordo, ajustaban muy bien y no se movían. Una vez que el flan había cuajado y enfriado, ya se podía retirar el vaso y los flanes quedaban muy guapos y llamaban la atención. Ahora utilizo moldes de los comprados.
Parece ser que este procedimiento de presentación tan original no fue desvelado a sus vecinas, por mucho que intentaron sonsacar cómo la esposa del lampistero se las arreglaba para dejar aquellos flanes tan atractivos a la vista, y que seguro estarían también exquisitos…
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