Foto gentileza de José Luis Gómez.
Recuerdo sobre todo el de la última vez cuando le dije que ya no iba a poder seguir volviendo a casa como habitualmente hacía hasta entonces desde que me incorporé a la guerra.
Cuando intentaba convencerla de que si triunfáramos, sería mejor el futuro de todos los mineros y en especial el de nuestros hijos, y le añadía que estábamos en el buen camino para conseguirlo, que la moral en el cerco a Oviedo seguía siendo muy alta entre nuestras tropas, entonces detenía mis argumentos con elevado tono de voz, lanzándome un dardo envenenado contra mis ideales:
-Sólo hablas de utopías.
Yo la escuchaba. Una y otra vez me lanzaba argumentos razonables, que para cualquier persona sin los ideales que tenía yo en el corazón, hubiesen sido suficientes:
-Si no estás en casa, no trabajas.
Yo seguía escuchando y sufriendo:
-En casa no hay dinero.
Lo sabía. Luego me hizo una pregunta en voz muy alta:
-¿De qué van a comer tus pobres hijos Aurora y Dimas?
Y seguía...
-¿Tu crees que todos esos “grillos” que tienes en la cabeza les van a dar de comer?
No encontraba ni argumentos, ni palabras. Sólo le respondía:
-Va a ser por poco tiempo.
Su respuesta fue terrible:
-Ya veo que me quieres ver de puta de Marcialón o Frodixio para poder dar de comer a tus hijos…
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