Las Reales Fábricas de Sargadelos y la Real Compañía Asturiana (1837-1867)
Buenas tardes:
Como no dispongo mas que de treinta minutos para poder exponerles este apasionante tema que hoy nos reúne, he redactado unas notas para no excederme en el tiempo señalado, resumen de un contenido mucho más extenso.
Sobre el carbón de piedra de Arnao podríamos remontarnos a 1593 cuando se concedió licencia para beneficiar una mina en Arancés a Fray Agustín Montero carmelita descalzo de Valladolid, natural de San Román de Naveces (Castrillón). Mandó cargar dos veleros por mandato de Felipe II con destino a Portugal. Es reseñable el intento realizado en 1739 por el Marqués de la Ensenada para comprobar las propiedades del mineral de Avilés en la fundición de anclas en Arrazubía (Guipúzcoa). No se pudieron realizar porque las minas estaban inundadas en esa época. Antes de que se fundara la Real Compañía Asturiana de Minas por R.O. de 14 de noviembre de 1833 pertenecieron a Juan de Vieska que perdió sus derechos por tenerla abandonada.
Hoy no voy a extenderme en estos inicios. Ya dejó escrito Adolfo Desoignie en 1850:
Las minas de Arnao, sitas a orillas del mar a una legua corta, al Oeste del puerto de Avilés, han llamado la atención de los industriales desde tiempos bastante remotos, y de veinte años a esta parte la de muchas personas dedicadas a la ciencia.
Es obligado mencionar a Antonio Raimundo Ibáñez, Marqués de Sargadelos, ilustrado del último tercio del siglo XVIII que concibió una siderurgia integral de hierro colado en la parroquia de Sargadelos, ayuntamiento de Cervo, Lugo, donde produjo desde piezas de artillería en la Fábrica de fundición a menaje en la Fábrica de loza, utilizando el carbón vegetal como combustible en sus hornos.
Antes de ser asesinado en las calles de Ribadeo por ajuste de cuentas, acusado de afrancesado en 1809 dejó escrito en 1772:
Las máquinas de agua y fuego están llamadas a consumir miles y miles de quintales de carbón fósil y el comercio de éste tornarase entonces uno de los más prósperos y que más contribuyan a la riqueza pública del reino y felicidad de sus súbditos.
He de fundamentar mi charla a partir del año en que la Real Compañía Asturiana empieza a surtir carbón a las Reales Fábricas de Sargadelos para dar sentido a su título.
Primer negocio (1837)
Guillermo Schulz, residía en Ribadeo desempeñando desde allí su función de Inspector General de Minas de Asturias y Galicia desde 1833. En 1837 envió una carta a Armando Nagel, primer director de la Real Compañía Asturiana de Minas, que contenía copiado en el mismo pliego un escrito que le había remitido Ana Varela de Ibáñez viuda de José Ibáñez Acevedo, hijo del ya fallecido Antonio Raimundo Ibáñez, fundador, como he mencionado anteriormente, de la Fundición y la Fábrica de Loza de Sargadelos.
Buenas tardes:
Como no dispongo mas que de treinta minutos para poder exponerles este apasionante tema que hoy nos reúne, he redactado unas notas para no excederme en el tiempo señalado, resumen de un contenido mucho más extenso.
Sobre el carbón de piedra de Arnao podríamos remontarnos a 1593 cuando se concedió licencia para beneficiar una mina en Arancés a Fray Agustín Montero carmelita descalzo de Valladolid, natural de San Román de Naveces (Castrillón). Mandó cargar dos veleros por mandato de Felipe II con destino a Portugal. Es reseñable el intento realizado en 1739 por el Marqués de la Ensenada para comprobar las propiedades del mineral de Avilés en la fundición de anclas en Arrazubía (Guipúzcoa). No se pudieron realizar porque las minas estaban inundadas en esa época. Antes de que se fundara la Real Compañía Asturiana de Minas por R.O. de 14 de noviembre de 1833 pertenecieron a Juan de Vieska que perdió sus derechos por tenerla abandonada.
Hoy no voy a extenderme en estos inicios. Ya dejó escrito Adolfo Desoignie en 1850:
Las minas de Arnao, sitas a orillas del mar a una legua corta, al Oeste del puerto de Avilés, han llamado la atención de los industriales desde tiempos bastante remotos, y de veinte años a esta parte la de muchas personas dedicadas a la ciencia.
Es obligado mencionar a Antonio Raimundo Ibáñez, Marqués de Sargadelos, ilustrado del último tercio del siglo XVIII que concibió una siderurgia integral de hierro colado en la parroquia de Sargadelos, ayuntamiento de Cervo, Lugo, donde produjo desde piezas de artillería en la Fábrica de fundición a menaje en la Fábrica de loza, utilizando el carbón vegetal como combustible en sus hornos.
Antes de ser asesinado en las calles de Ribadeo por ajuste de cuentas, acusado de afrancesado en 1809 dejó escrito en 1772:
Las máquinas de agua y fuego están llamadas a consumir miles y miles de quintales de carbón fósil y el comercio de éste tornarase entonces uno de los más prósperos y que más contribuyan a la riqueza pública del reino y felicidad de sus súbditos.
He de fundamentar mi charla a partir del año en que la Real Compañía Asturiana empieza a surtir carbón a las Reales Fábricas de Sargadelos para dar sentido a su título.
Primer negocio (1837)
Guillermo Schulz, residía en Ribadeo desempeñando desde allí su función de Inspector General de Minas de Asturias y Galicia desde 1833. En 1837 envió una carta a Armando Nagel, primer director de la Real Compañía Asturiana de Minas, que contenía copiado en el mismo pliego un escrito que le había remitido Ana Varela de Ibáñez viuda de José Ibáñez Acevedo, hijo del ya fallecido Antonio Raimundo Ibáñez, fundador, como he mencionado anteriormente, de la Fundición y la Fábrica de Loza de Sargadelos.
Era la respuesta a una petición del director de la mina de Arnao que diseñó una pieza de hierro que llamaba asentadilla y pretendía que le fundiesen doscientas en Sargadelos. Eran necesarias para fijar con seguridad las vías a las traviesas de roble en los desniveles producidos en el avance de las labores por donde discurría el ferrocarril minero.
Tras recibir una muestra de una asentadilla y dar la conformidad en Arnao, pese a ser preferencia en Sargadelos la fabricación de potes, las hicieron. Se embarcaron en Ribadeo hasta donde llegaron en cinco caballerías y en un patache fueron transportadas 218 piezas hasta el puerto de Gijón.
Siguió numerosa correspondencia haciendo siempre Guillermo Schulz de intermediario:
Armando Nagel le preguntó si había posibilidades de colocar 900 qq. de carbón, le comunicó el precio que pagaba por la madera de pino para las minas en Ribadeo y, además, le envió una letra de cambio para el pago de las asentadillas y los fletes. Quiso saber la época en que se paraba la actividad en la fundición en Sargadelos por la falta de agua para mover la maquinaria, pues su intención era encargar más asentadillas con pequeñas modificaciones, Estaba también interesado en comprar lingotes de hierro colado y no aceptó el precio que estaban dispuestos a pagarle por el carbón ofrecido. Posteriormente realizó un pedido de otras 259 asentadillas aunque su intención era que, en un futuro, se las fabricaran en Bélgica. Por fin, tras llegar a un acuerdo en el precio se realizó un embarque de 375 qq. de carbón con destino al puerto de San Ciprián a nombre de Ana Ibáñez Varela y dos qq. con carbón con otras propiedades para realizar pruebas en los hornos. (Un quintal castellano = 45 kg.).
Pedro Sipos, director de la Fábrica Fundición de Sargadelos propuso a Guillermo Schulz intercambiar el carbón por restos de hierro fundido. Nagel ofreció el precio que pagaría por el hierro. Se realizaron los envíos de carbón y hierro fundido, además de otras 452 asentadillas.
Cambios importantes en Arnao y Sargadelos.
Transcurrieron varios años antes de volver a tener noticias de relaciones comerciales entre ambas empresas. En Sargadelos se estaban produciendo cambios en la gerencia y fundamentalmente en los nuevos hornos altos que empezarían a consumir carbón piedra.
Sistema de embarque diseñado por Adolfo Desoignie.
En Arnao, Adolfo Desoignie, ingeniero de minas belga, era nombrado director de la Real Compañía Asturiana de Minas (1838). En 1839 ya sugirió al Marqués de Casa Riera, socio fundador de la compañía, asesorado por Guillermo Schulz, hacer una fundición en Arnao, que con el paso de los años, se haría realidad, y tendría singular importancia para la Real Compañía Asturiana de Minas.
A su llegada a Arnao inició el laboreo en el nuevo Valey donde se irá explotando el filón de carbón de 1ª calidad cada vez a mayor profundidad por debajo del mar y la Mina del Arco, donde también se extraía carbón con las mismas propiedades. Los yacimientos de Santa María del Mar y San Juan los cerrará. Además, modificó el sistema de embarque de las lanchas que llevaban el carbón desde la mina hasta el fondeadero de San Juan.
Guillermo Schulz le pidió ayuda para encontrar un técnico para dirigir la Fundición de Sargadelos:
Escasos serán en mi país los sujetos que posean a fondo la teoría y práctica de los artículos de fabricación que veo se necesitan poseer para llevar las minas de esos SS. que inclino a suponer deberá ser bastante alta la asignación que pidan. Por este mismo correo escribo a un amigo y colega de Lieja sobre el particular. (1841).
Los motivos eran fundados:
Aquella fábrica de fundición está en manos puramente empíricas que no saben fundir sino potes y balas aunque sean más difíciles que un piston plongeur (émbolo). (1842).
El elegido sería Francisco Antonio Elorza.
En 1842 José María Muñiz era el Socio Director de la Empresa de Fundición de Sargadelos y Guillermo Schulz cesa como Inspector General de Minas de Asturias y Galicia. Va a Madrid a ocupar su nuevo cargo. Por este motivo desde entonces se establecen nuevas relaciones comerciales directas entre ambas empresas. El primero hizo un único pedido de 100 qq. de carbón de piedra.
Hemos de remontarnos un poco atrás en el tiempo. En 1835 Ibáñez arrendó la Fábrica de Loza a Antonio de Tapia y Piñeyro. En 1840 la familia Ibáñez arrendó la fábrica de fundición por espacio de veinte años a una Sociedad representada por Ramón Francisco Piñeyro. La Sociedad Ibáñez – Tapia y Piñeiro fracasó completamente por causas que hoy no vemos muy claras pero que determinaron el cierre del establecimiento en 1842, la disolución de la Compañía y fuertes discusiones entre los consocios, prolongándose a causa de ellas la liquidación hasta el año 1844.
Antiguo horno de fundición en Sargadelos.
La familia Ibáñez intentó arrendar la Fábrica de Loza al escocés Ricardo Pickman, dueño de la Fábrica de Loza de la Cartuja de Sevilla. También intentaron el arriendo el banquero Casas, de Ribadeo y a Jorge de la Peña, doctor y publicista que intervenía en los asuntos de los establecimientos de Sargadelos por haberse casado con una hija de José Ibáñez.
Ninguno de los mencionados consiguió el arriendo, pues el 12 de agosto de 1845, traspasa el arriendo de la Fábrica de Loza a Ramón Francisco Piñeyro, quien a su vez, traspasó ambas a la Sociedad Luís de la Riva y Compañía, formada por varios banqueros gallegos. De la administración se encargaría el clérigo Ramón Cayetano Ramos.
Continuará mañana.
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