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jueves, 7 de junio de 2018

PRECURSORES DE LA MINERÍA EN ASTURIAS: PEDRO RODRÍGUEZ PÉREZ (CONDE DE CAMPOMANES) por Luis Jesús Llaneza González (5)



Pedro Rodríguez Pérez, conde de Campomanes, por nombramiento real de 1770, es natural de Sorriba (Tineo), de familia hidalga y mediana fortuna. Nacido el 1/7/1723, se licencia en Derecho en 1745, ejerciendo esta actividad con gran brillantez durante diez años. Inicia su actividad al servicio de la administración en 1755, al ser nombrado Superintendente general de Correos. Cinco años después ejercerá el cargo de ministro de Hacienda y en 1762, adquirirá el rango de Fiscal del Consejo de Castilla, el más alto tribunal del Reino, en cuya función desarrollará una continuada y destacada labor al servicio al Estado, en la promoción y ejecución de las numerosas reformas promovidas por los carolinos. Político ilustrado y reformista moderado, alcanzará en 1783, el cargo de Gobernador del Consejo de Estado (Castilla), el inmediato en importancia al Rey. La involución generada por el acceso de Carlos IV, acompañado por su valido Godoy, al poder y los efectos de la revolución francesa (1789) promueven su retirada de las responsabilidad del cargo en 1791, pasando a ejercer de Consejero de Estado, donde permanecerá hasta su fallecimiento  (3/2/1802).
Político, jurisconsulto y economista prestigioso, con abundante obra escrita en estos campos, descolló también en los del derecho y la historia, de cuyas Academias fue miembro y presidente, así como de la Real Academia de la Lengua. Campomanes será uno de los más importantes responsables del proceso seguido por los ilustrados, a la llegada al trono de Carlos III, en su disposición de transformar las anacrónicas estructuras del país. Los equipos de gobierno adoptarán una serie de medidas proclives a corregir sustanciales modificaciones en la propiedad del suelo, desarrollo de la agricultura, extensión de la red viaria, libertad de comercio y reactivación económica, con impulsión del desarrollo industrial, en pleno auge en las naciones más adelantadas de Europa. El Conde de Campomanes, a este fin, adoptará un conjunto de normas de carácter legislativo y judicial de honda trascendencia socioeconómica, que no es caso de relatar aquí al detalle.
Especial relevancia, al objeto que nos ocupa, deben darse a sus Discurso sobre el fomento de la industria popular (1774) y Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento (1775), en los que propugna una profunda modernización del campo español, en aras de la elevación del nivel de vida campesino, con la utilización popular de las técnicas más convenientes y el aprovechamiento industrial de los productos obtenidos del agro, en el criterio fisiocrático de que la naturaleza es la fuente de riqueza.
El instrumento con que Campomanes pretendió dinamizar el desarrollo económico de la población española fueron las Sociedades Económicas de Amigos del país ((SEAP). En el Discurso sobre el fomento de la industria popular – Cap. 14, VI; Cap. 19 y 20, en su totalidad – considera la necesidad y conveniencia de la creación de estas sociedades en las ciudades y villas del reino, con la misión primordial de estudiar y analizar detalladamente el estado y situación de las fuentes de riqueza y medios de producción zonales, en la seguridad que su conocimiento profundo motivará la promoción de las soluciones más idóneas para la obtención posterior del máximo rendimiento de las mismas. En este camino trataba de convertir a las SEAP, en el órgano difusor de sus ideas y brazo ejecutor de su política reformista. Con su fundación y fomento, pretendió incorporar al proyecto a los sectores, de los estamentos aristocrático y clerical, más afines a sus ideas en el afán reformista de la sociedad española.
Jovellanos, discípulo, amigo, contertulio y albacea testamentario llegó a calificarlo como el mejor economista del siglo o célebre por sus talentos, y juicios similares emitieron los numerosos tratadistas que han estudiado a este eximio asturiano. La preocupación, la conexión e interés por su región natal fue constante; a ella dedicará innúmeros esfuerzos, tanto en el aspecto histórico-literario como en la acción política de gobierno. Intervendría activamente en los comienzos de la ejecución de la carretera a Castilla y es sabido su trabajo continuado y aportaciones personales en pro de la reconstrucción del santuario de Covadonga, incendiado en 1777 e iniciada su reconstrucción cuatro años después, gracias a los buenos oficios del citado.
Campomanes ya es conocedor de la existencia del carbón asturiano en 1774, cuando en la página 75 de su Discurso sobre el fomento de la industria popular reseña que En Asturias, Montaña, Vizcaya y Guipúzcoa podría fomentarse la quincallería; todo género de trabajos en el hierro y en el acero. La poca inteligencia de sus naturales en estas manufacturas es la causa de que desperdicien el aprovechamiento de estas ramas, que el fierro, la leña, el carbón de piedra de Asturias, la bondad y abundancia de las aguas, y la proximidad al mar les ofrecen texto antológico de las futuras posibilidades industriales de Asturias. En el tomo III (3º de los apéndices) de su Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, vuelve a referirse a las necesidades asturianas al tratar sobre el arte de beneficiar las minas de carbón de fierro y aporta numerosos conocimientos sobre el trabajo del hierro, en sus diversas fases de fusión y elaboración posterior.
Adaro. (1889). T. III. Págs. 188, 189.
Maffei – Rua Figueroa. (1871). T.I. Pág.115.
Suárez. (1936), T. II. Pág. 205 a 230 ai.

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