A mediados del siglo XIX, en Asturias eran más fáciles las comunicaciones por mar que por tierra cuando en mar Cantábrico no se ponía furioso, aunque para quienes lo conocemos sabemos cómo se las gasta.
Por otro lado, salvar la cordillera que nos separa de la Meseta era imposible en determinadas épocas del año y comunicarse por la Cornisa Cantábrica por vía terrestre era muy difícil.
Por ambos motivos, cuando empezaron las Guerras carlistas, los movimientos de tropas no fueron importantes en la zona central asturiana. Los acontecimientos tuvieron lugar en sitios próximos al País Vasco.
Guillermo Schulz, el gran Schulz que hizo tanto por la minería asturiana, era el Inspector de Minas de Asturias y Galicia en esta época, tenía una correspondencia frecuente con los directores de la Real Compañía Asturiana de Minas, primero Armando Nagel y después Adolfo Desoignie, pues mensualmente tenía que enviar una papeleta de autorización para poder sacar del polvorín de Oviedo la pólvora para arrancar el carbón mediante voladuras en las minas de Arnao, Santa María del Mar o San Juan.
En junio de 1837 Schulz escribió a Armando Nagel:
“Mi caballo salió ayer para Lugo con motivo de la requisa: no se si me lo quitarán.
El caballo requisado a Schulz no se sabe si le fue devuelto, parece que no por el anuncio que hizo a Nagel de que necesitaba el dinero pagado en Sargadelos por las asentadillas de las minas:
…porque habiendo sido requisado mi caballo me veré en la necesidad de comprar otro en esas cercanías, sea de los de V. o de otro amigo en Gijón, Mieres. etc. Puesto que por aquí no hay caballo de toda mi satisfacción, porque yo lo necesito robusto y decente”.
Fragmento de mi libro: Las Reales Fábricas de Sargadelos y la Real Compañía Asturiana de Minas. A través de la correspondencia. (Inédito)
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