Las lámparas de gasolina, si estaban en buen estado, generalmente se las quedaba mi amigo minero y las de aceite, si no tenían la cepa de bronce, eran las que yo compraba de vez en cuando.
Después de estas primeras visitas, solíamos subir a uno o dos pueblos partiendo siempre desde la orilla del río donde se iniciaba la empinada carretera a donde había que volver para ir a otro pueblo. En uno de ellos nos quedábamos a comer. A mi amigo le conocían y apreciaba mucha gente, incluso encontraba antiguos compañeros mineros por los pueblos. Siempre le ofrecían cosas.
Aún recuerdo en Bermiego cuando un minero sacó de una panera media docena de lámparas abolladas y con muy mal aspecto, faltándoles piezas a algunas de ellas. Su precio no era muy elevado, pero similar al que estábamos dispuestos a pagar por lámparas similares en mejor estado. Allí quedaron…
Era habitual que en todas las casas hubiese lámparas, trozos de lámparas, candiles y carburos…
En aquella época mis intereses eran encontrar relojes de campana, cuanto más grandes mejor… Lo de la adquisición de alguna lámpara era accidental.
Otra parada obligada era a la salida de Trubia donde había un taller de forja artesanal de hierro, cuyo dueño era aficionado a las antigüedades y no era difícil hacer intercambios o compras interesantes. En Trubia había otros dos comerciantes a pequeña escala que visitábamos y donde siempre nos ofrecían lámparas de mina. Era muy frecuente ver y comprar preciosos encendedores realizados de forma artesanal en la Fábrica de cañones de Trubia. Aún conservo alguno.
Era popular en aquella época escuchar en muchos sitios:
En Trubia hacen muchos mecheros y algún cañón… de vez en cuando.
Después de estas primeras visitas, solíamos subir a uno o dos pueblos partiendo siempre desde la orilla del río donde se iniciaba la empinada carretera a donde había que volver para ir a otro pueblo. En uno de ellos nos quedábamos a comer. A mi amigo le conocían y apreciaba mucha gente, incluso encontraba antiguos compañeros mineros por los pueblos. Siempre le ofrecían cosas.
Aún recuerdo en Bermiego cuando un minero sacó de una panera media docena de lámparas abolladas y con muy mal aspecto, faltándoles piezas a algunas de ellas. Su precio no era muy elevado, pero similar al que estábamos dispuestos a pagar por lámparas similares en mejor estado. Allí quedaron…
Era habitual que en todas las casas hubiese lámparas, trozos de lámparas, candiles y carburos…
En aquella época mis intereses eran encontrar relojes de campana, cuanto más grandes mejor… Lo de la adquisición de alguna lámpara era accidental.
Otra parada obligada era a la salida de Trubia donde había un taller de forja artesanal de hierro, cuyo dueño era aficionado a las antigüedades y no era difícil hacer intercambios o compras interesantes. En Trubia había otros dos comerciantes a pequeña escala que visitábamos y donde siempre nos ofrecían lámparas de mina. Era muy frecuente ver y comprar preciosos encendedores realizados de forma artesanal en la Fábrica de cañones de Trubia. Aún conservo alguno.
Era popular en aquella época escuchar en muchos sitios:
En Trubia hacen muchos mecheros y algún cañón… de vez en cuando.
Sigue...
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