Recuerdo que llegué a tener una veintena de lámparas de seguridad adquiridas en aquellas salidas por Quirós. A veces también íbamos al vecino concejo minero de Teverga.
Conservé las que tenían mejor aspecto, por entonces no me preocupaba ningún aspecto concreto de las lámparas. Sólo la estética marcaba mis decisiones de comprar, dejar, guardar o intercambiar. Sólo en una ocasión me desprendí de media docena, que acabaron en Otur, en las proximidades de Luarca en casa de un anticuario.
Ya he comentado que las lámparas que comprábamos en Quirós solían estar muy deterioradas, por lo que a las lámparas que les faltaban piezas las llevábamos alguna tarde de cualquier otro día de la semana a casa de César, el lampistero de Loredo, al que me he referido en mi libro Luces en las minas de Asturias, que las transformaba.
Un comerciante de chatarra en Ciaño me ofreció por aquella época algo que llamó una lámpara, que yo no había visto nunca.
En aquella ocasión estaba sin mi experto amigo a mi lado para que me asesorara. Como eran cuatro barras de hierro con una cepa entera agujereada y podrida no la compré, a pesar de lo poco que costaba.
Conservé las que tenían mejor aspecto, por entonces no me preocupaba ningún aspecto concreto de las lámparas. Sólo la estética marcaba mis decisiones de comprar, dejar, guardar o intercambiar. Sólo en una ocasión me desprendí de media docena, que acabaron en Otur, en las proximidades de Luarca en casa de un anticuario.
Ya he comentado que las lámparas que comprábamos en Quirós solían estar muy deterioradas, por lo que a las lámparas que les faltaban piezas las llevábamos alguna tarde de cualquier otro día de la semana a casa de César, el lampistero de Loredo, al que me he referido en mi libro Luces en las minas de Asturias, que las transformaba.
Un comerciante de chatarra en Ciaño me ofreció por aquella época algo que llamó una lámpara, que yo no había visto nunca.
En aquella ocasión estaba sin mi experto amigo a mi lado para que me asesorara. Como eran cuatro barras de hierro con una cepa entera agujereada y podrida no la compré, a pesar de lo poco que costaba.
Mi argumento para tomar esa decisión se fundamentó en que no era necesario comprar aquellos fierros y la cepa rota, ya que en Quirós las dejabamos en mejor estado de conservación.
A pesar de la decisión y del mal estado de aquellos hierros, no me olvidé de ella.
Sigue…
A pesar de la decisión y del mal estado de aquellos hierros, no me olvidé de ella.
Sigue…
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