Muchas de las lámparas de gasolina que traíamos las llevábamos a casa de César en Loredo que las completaba y fabricaba los encendedores verticales si les faltaban. Siempre comentaba que era la pieza que más trabajo le daba fabricar.
Su mayor actividad consistía en sustituir las piezas de hierro por otras de latón en las lámparas que preparaba para las celebraciones de Santa Bárbara y homenajes a los mineros que se jubilaban.
No tiraba nunca nada de lo que sustituía. A pesar del poco interés que me despertaban por entonces las lámparas de mina, siempre indagué entre aquellas piezas que almacenaba en una alacena de su taller situado en el sótano de su casa.
Siempre me llamaron la atención estas piezas, que a veces me resultaban raras, más que las lámparas ya restauradas.
Siempre intentaba César, con escaso éxito, que les prestase más atención a las que tenía terminadas y de las cuales se sentía orgulloso. Le extrañaba mi predisposición por los cachos de lámparas a los que no otorgaba mérito alguno.
Compré y llevé alguna cepa de hierro de las que quitaba César a Paco el Ferreru de la Pola. Cuando se las entregaba, percibía la importancia que les daba.
Aún recuerdo y señalo a modo de anécdota, cómo Paco me ayudó con una lámpara.
Sigue…
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