Envuelto en una manta, como si fuese una pequeña criatura. Mi nieto que tiene dos años, es más pequeño que este carburo. Dos amigos comerciantes lo portaban en dirección al aparcamiento. No lo pensé mucho y marché tras ellos, porque no podía ser otra cosa, que algo interesante.
Al principio pensé, por su tamaño, que sería una estatua de Santa Bárbara. Pero no lo era. ¡Era un carburo!
Fabricado por Wilhelm Seippel en Böchum (Alemania), este carburo tenía un precio de acuerdo a la su altura. Había sido comprado por un coleccionista de París, que lo había adquirido por fotografías y que seguro que cuando llegue a sus manos quedará gratamente sorprendido por su belleza y tamaño, al igual que muchos de los aficionados a las lámparas de acetileno que me escriben desde muchos lugares fuera de Asturias.
Como resumen del primer día ya se notaba que había más lámparas que dinero y al final, si bien se vendieron bastantes, quedaron más sin vender.
A pesar de la crisis, los precios de las lámparas francesas y belgas son más caras que en Alemania. Las españolas como las dos eléctricas que aparecen hoy en el blog, una Tudor-España y otra Adaro, suelen aparecer a mitad de precio que en España. Los carburos tenían un precio muy razonable.
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