En ese periodo de
En efecto, en el año 1815(1) dos ingleses, el químico Sir Humphry Davy y el ingeniero George Stephenson, animados por ofrecer al minero una iluminación que nos les expusiera a las temibles explosiones del grisú inventan de forma independiente una lámpara de seguridad basada en el mismo principio: rodear la llama de un tamiz que no pudiera traspasarlo y que a la vez enfriara los gases de la combustión hasta situarlos en temperaturas de no deflagración. Rápidamente el invento da la vuelta al mundo y el milenario candil tenía por primera vez una compañera con la que aún conviviría un siglo largo, especialmente en las minas menos grisuosas. Sin embargo, el candil seguiría sin ocupar espacio alguno en la historiografía minera. Si hasta ahora apenas había sido objeto de alguna fugaz aparición en estampas, la torrencial llegada de su compañera lo eclipsaría casi definitivamente de las publicaciones que, además, comenzaban a editarse en cantidades ingentes.
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(1). Según las fuentes consultadas, la fecha de aparición de la lámpara de seguridad minera oscila entre 1815 y 1817. Depende que se considere el inicio de las investigaciones o el primer ensayo en el interior de una mina. Según este último criterio, la primacía correspondería a Stephenson quien la ensayó el 21 de octubre de 1815 en la mina de Killingwoth en la cual ejercía de ingeniero. Apenas un trimestre después, el 1 de enero de 1816, como bien se encargó de reflejar nuestro Alberto Vilela en su libro anterior (“Luces en las minas de Asturias”, 2005) Davy haría otro tanto con su modelo de lámpara en la mina Hebburn. No obstante
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