DESCENSO AL INTERIOR DE
Serían las 11:45 horas cuando, tras calzarnos unas botas de agua y ponernos el reglamentario casco sobre la cabeza, nos situamos frente a la boca del pozo esperando que el amainador sacara de la jaula-ascensor la vagoneta que salía cargada de mineral, y así dejar sitio libre para que nos subiéramos nosotros.
Como ya expuse, me acompañaba el hermano del Gerente, que portaba una lámpara. Yo, en mis manos, solo llevaba la cámara de fotografiar para sacar algunas instantáneas de recuerdo y testimonio de aquél, para mi, importante hecho. El obrero que trabaja de amainador es un vecino de
Este hombre me alertó sobre algunos problemas técnicos que podría encontrar en cuanto a las fotos, dado que en el interior de la mina el cambio de temperatura existente crearía condensación y podría empañarse el objetivo, recomendándome que dejara transcurrir un buen rato antes de usar la cámara, y que limpiara a menudo el objetivo.
¡Por fin!, estoy dentro del pozo en la jaula-ascensor, suspendida por el cable, que pasando por las poleas del castillete minero la une a la maquina de extracción...
El recinto de la jaula es muy reducido y estrecho; está totalmente abierta, y sólo hay una cadena de hierro a la altura de media cintura, que se engancha de uno a otro lado por el lugar de entrada, y sirve como única protección de caída al interior del pozo.
Con la magistral experiencia del maquinista se inicia el descenso, que está totalmente oscuro, y mi acompañante enciende una pequeña linterna eléctrica, que rompe lo negro del ambiente.
El pozo tiene unos cuatro metros de diámetro, y parte del mismo está ocupado por los tramos de una escalera de madera (la escala), que antes se usaba para acceder al fondo de la mina cuando la corriente se cortaba o la máquina no trabaja. Pero esta escala está rota en la mayoría de sus tramos y no puede ser usada.
Durante la bajada se percibe un ruido, que en un momento determinado se hace muy fuerte. Aquel ruido era producido por la rotura de alguno de los elementos de la tubería del viento que desde el compresor en la sala de maquinas en el exterior conduce el aire a los martillos perforadores; tubería que penetra por el pozo asida a la pared hasta el fondo de la mina.
¡Por fin, la jaula-ascensor se detiene sin brusquedades! El descenso había sido rápido pero no percibí ninguna sensación de miedo. El maquinista tenía mucha práctica ¡Un artista! Estamos en el enganche no
La verdad, el saber que estaba a tantos metros bajo tierra, en principio, no me causó ninguna impresión. Seguramente aquello fue debido a mi deseo de bajar, así como las muchas conversaciones mantenidas con los mineros, los cuales me habían dado la seguridad de que nada malo podría acontecerme. Me confirmó también mi acompañante de descenso que la gente que voluntariamente desea bajar a la mina no suele dar problemas de miedo, quizás porque se han concienciado para ello.
El enganche del pozo en el que nos apeamos es de dimensiones mayores a las que yo me había imaginado, incluso a pesar de mis conversaciones con mineros que me habían hablado de ello. Tiene este enganche la anchura misma del pozo, pero es alto y amplio en un gran tramo, estando dotado de doble vía, una para cada jaula-ascensor, pues el pozo tiene dos jaulas, una que sube mientras la otra desciende al unísono.
Del enganche del pozo, como es común en todas las minas, arranca la galería general, y por ella nos adentramos unos metros para introducirnos en otra galería que sale a nuestra izquierda. Es la galería que nos va a introducir en donde se está trabajando. Aunque no llevo brújula, valiéndome de la orientación que me hago en relación a la situación de la jaula del pozo diría que avanzamos en dirección norte.
Sigue…
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