Las réplicas, por ser cada vez más fáciles de conseguir, destruirán la afición de quien las tenga cuando empiece a ser consciente del mérito de su colección. Comprenderá el fracaso total de su tiempo y lo que es peor, de la mala inversión realizada si ha pagado bastante por ellas y piensa que tiene algo más que el valor estético. Estoy convencido de que no querrá volver a saber nada de una lámpara de mina. La más próxima a un kilómetro.
Bien organizado en un museo, puede cumplir su misión; pero surge una pregunta:
¿Qué hacer cuando alguien ya se ha iniciado y tiene bellos ejemplares originales mezclados con este tipo de lámparas?
Con este planteamiento, mi opinión con riesgo a equivocarme, es la siguiente:
Las réplicas han de estar escondidas y alejadas lo más posible de los ejemplares auténticos. No es la primera vez que he visto una réplica, que por ser de latón, estar pulimentada y brillante, ocupa un lugar preferente en algún lugar de la casa como decoración y un precioso ejemplar de lámpara de mina que se utilizó en las minas de Asturias, para enseñármela, la van a buscar a un sótano, donde está oxidada y abandonada…
Sigue…
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