La mayor dificultad que se volvía a plantear de nuevo era no repetir contenidos, y si era imprescindible, que fuesen los menos posibles, como ampliación a lo ya publicado.
Este mismo criterio creo que lo conseguí aplicar en la otra obra Luces en las minas de Asturias: Candiles de sapo. Había que intentarlo también ahora.
Qué mejor que recurrir a quienes enseñaron en
Mateo, Maestre, Junquera, Cándido…, y otros muchos publicaron libros de texto, generalmente de laboreo de minas, donde siempre había un apartado dedicado a la iluminación.
¿Para qué buscar mas allá de Asturias, si lo mejor estaba aquí?
Si a todo ello añadimos que algunos de ellos fueron inventores de lámparas de seguridad y que en Asturias la firma Adaro monopolizó a partir de los años veinte el alumbrado de seguridad, compitiendo en calidad y precio con lo más selecto que venía de afuera.
Esa línea de trabajo me marqué y he seguido desde entonces.
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