Tras atravesar numerosas dependencias que ocupaban toda la planta baja, algunas muy interesantes, con objetos mineros de diversa índole, aparecieron las lámparas de mina.
Pertenecieron a una colección particular que al final acabó en el museo y cuyas imágenes podéis ver hoy. Figuraba el nombre del coleccionista, pero al no tomar nota, desafortunadamente hoy, días después, no lo recuerdo.
Me pareció increible que en un museo de tanto fuste como es el que os estoy enseñando, aparezcan algunas réplicas al lado de piezones, sin la correspondiente indicación. No me gustó este detalle. Las réplicas ya están a la venta en la tienda de souvenirs. Las había en abundancia. No procede que se mezclen con las buenas.
Así lo hice saber a André que me acompañaba, persona importante en el museo, aficionado a las lámparas de mina, que enseguida valoró mis argumentos. ¡Ojalá! haga llegar este pequeño detalle a quien pueda ponerle remedio en breve plazo.
Este pequeño incidente no empañó para nada la visita, pues fuera del edificio principal quedaba la sorpresa que André reservó para mostrarme en último lugar: La joya del museo de Lewarde.
Sigue...
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