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jueves, 1 de diciembre de 2011

"El Comandante Minero". Presentación. Por Luis Jesús Llaneza González (3)


La última parte, en que el intérprete de la obra se reincorpora a la vida civil, reseña el difícil proceso de reintegración, las dificultades que ha de vencer el protagonista en tan arduo momento de la vida española, la superación de las mismas mediante su esfuerzo y la ayuda de la familia y de personas que consideran su alteza moral y valía personal. Todo ello redundará en la recuperación de un status razonable y conforme a sus posibilidades. A lo largo de estas páginas, a través de sus vivencias, captamos que Damián, sin renegar de sus principios, cree necesario conformar un nuevo modelo de vida en el que su familia ocupe un lugar preponderante, y a ello encamina todos sus esfuerzos. Señala también la necesidad de adaptarse a nuevos modos sociales, muy diferentes de las aspiraciones de su juventud.
Un final antológico pondrá epílogo adecuado al tiempo que le tocó vivir y servirá de enseñanza fabulística a dicho tiempo: tratar de olvidar no obliga a perdonar.
El testimonio de Damián, al menos su trayectoria vital, es un fiel retrato de una juventud que, de forma indeseada, se convirtió en protagonista de la mayor fractura de la sociedad española del pasado siglo. Es un genuino representante de una generación perdedora (desde cualquier óptica con la que se observe), convertida en actora, y testigo a la vez, de los episodios más duros, lóbregos y tristes por los que atravesó el país: antes, durante y después de la guerra incivil. Es el reflejo de una generación que le correspondió aportar voluntariamente lo mejor de sí misma, en la esperanza de conseguir un mundo más justo y mejor y, en contraprestación, recibió vejámenes, sufrimiento y muerte en respuesta. La novela nos acerca a este tipo de consideraciones, atestiguadas por el protagonista, en sus hechos y reflexiones, a lo largo de la obra.
El Comandante Minero tiene la estructura de las novelas río, en el más puro sentido manriqueño. En su desarrollo argumental encontramos tramos torrenciales, en lo que la acción se desboca, avanza a pasos agigantados, y zonas de meandros en los que la lengua de agua se aquieta hasta parecer que no existe corriente, constreñida y arrinconada por la potencia de la naturaleza. Pero, sin duda, el río continúa su trayecto, la vida sigue. Estos contrapuntos en el camino vital de Damián, sirven para mantener la acción y suscitar el interés del lector, son muestra del buen novelar del autor.
Construida con criterio cinematográfico, Vilela narra la peripecia existencial de Damián mediante la utilización de retratos fotográficos, flashes vitales de un momento determinado del protagonista. Esta técnica permite los saltos temporales sin que se pierda la ilación de la trama y la detención en aquellos instantes a los que el autor concede mayor intensidad dramática.
En la novela, expresada mediante numerosos capítulos de texto breve, en general, ajustados a la técnica seguida, se usa un modo narrativo sencillo y directo, escueto y conciso en su declaración literaria, sin recovecos estilísticos ni adornos retóricos que falseen su contenido básico. No existen concesiones en este aspecto; el protagonista cuenta los sucesos que le acaecen, su historia personal, sin pompas ni ditirambos . Esto es, en mi opinión, uno de los aciertos del autor. Damián utiliza el lenguaje adecuado a su formación y vivencias, por lo que no chirría la obra en un defecto en que suelen caer los autores noveles. Los diálogos (uno de los grandes problemas de los que inician la senda novelística) son escasos, quizás demasiado escasos, mas utilizados con prudencia y mesura. Están bien construidos e insertos adecuadamente en el conjunto de la trama y se convierten en complemento necesario de su desarrollo. Me reitero: deberían haber sido utilizados con mayor frecuencia para aprovechar la potencia de un recurso que hubiese permitido incrementar la intensidad narrativa en determinados parajes de la obra.
Parece oportuno decir algo sobre los personajes que pueblan El Comandante Minero. Por las características de la obra son escasos los personajes. Obviamente, el testimonio de Damián sobre los avatares de su vida cubren la mayor parte de la obra y el carácter coral de la misma convierte en accidental la participación de la mayoría de las personas que intervienen en los hechos relatados.
Personaje central en la obra es su familia, en la que Julia, su esposa, tiene una participación estelar, incrementada por la importancia que adquiere el devenir vital de sus hijos en la parte final de la novela. Su familia, siempre presente en la mente del protagonista, es contrapunto esencial en la perenne lucha que mantiene Damián entre sus convicciones políticas y la realidad fáctica que acarrean y los problemas y daños que a los suyos traen aparejados. Esta dicotomía, la tensión generada por esta causa, es uno de los principales motivos argumentales, subyacentes, en la novela. En consecuencia, los avatares, andanzas y penalidades de su familia ocuparán lugar preferente en el texto de la misma, adquiriendo la importancia que merecen.
Como ya he dicho, aparte de la familia, son escasos los personajes que adquieren peso en el desarrollo de la trama argumental. En este conjunto coral destaca con luz propia Tere, prima de Julia, de importante participación en el momento más trascendental de la novela. El personal secundario que interviene en los distintos lances refleja, en su mayor parte, la realidad de la vida española del momento considerado, son arquetipos singulares de ella y nos dicen mucho de la misma. Un hecho que me parece extraño es la escasa aportación que a la novela prestan los amigos del protagonista: la capacidad de apertura y liderazgo de Damián, ofrecía una amplia aportación en este campo.
Bueno, bajo la perspectiva del lector, no del crítico literario, acabo de expresarles mi visión sobre la novela que hoy se presenta. Solo me queda decir que es una historia de fácil y atractiva lectura, que al poco de iniciada la misma, la lectura del texto, uno ya desea finalizar la página para iniciar la siguiente y así, sin pausa, hasta concluir la obra.
En mi criterio, Vilela nos ha ofrecido una dignísima primera muestra de su quehacer novelístico y me atrevo a augurar, si persevera en esta actividad, interesantes aportaciones en el campo narrativo para el futuro.
Muchas gracias.
Luis Jesús Llaneza

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