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viernes, 10 de febrero de 2012

"El Comandante Minero" en León


Foto gentileza de José Luis Gómez.



Todos los mineros voluntarios del valle, esa misma noche estuvimos juntos en el Molino de Abajo, a orillas de la carretera. Bajamos todos en grupo para Mieres donde esperaban otros compañeros. Se retrasó bastante Ricardo el de Gallegos, que no había llegado con los que vinieron de ese pueblo, quienes pidieron que le esperásemos porque estaban seguros que bajaría. Estábamos a punto de partir sin él, cuando se presentó. Había tenido problemas en su casa, aunque entendían y compartían sus ideales, temían por su vida y pretendían convencerle de que no marchase. Por tal espera, cuando llegamos a la Casa del Pueblo en Mieres había amanecido.


Pasamos el resto del día con la incertidumbre de conocer el destino. La desorganización era evidente. Nadie sabía nada. Los que dirigían no tenían muy claro hacia donde debíamos partir. Llegaba una orden, luego una contraorden... Esa noche deberíamos partir en un convoy que se organizó en principio para ir a Oviedo a tomar posiciones y aquel mismo día subimos al tren pero para ir en sentido contrario, partimos hacia León.



XXX. HACIA EL FRENTE


No teníamos metas trazadas, pero nuestro ánimo era de total disposición y de colaboración para conseguir nuestros ideales, los cuales no permitían ver y analizar nuestras carencias de formación e información para poder alcanzarlos. Por carretera fueron unos cuantos autocares, en los que iban los más destacados de la izquierda mierense. La idea inicial de parar en León permitiría disponer de armamento. Pronto empezaron a no salir las cosas como estaban previstas. Sin explicarnos los motivos, cuando llegamos a León ordenan seguir a Zamora. Tampoco pudimos llegar a esa ciudad. Cuando el tren se detuvo en la estación de Benavente, avisan que en Oviedo hay lucha, por lo que inmediatamente ordenan dar vuelta en el mismo tren. Debíamos regresar. No lo podemos hacer por León, tenemos que intentarlo por Ponferrada. Entonces los mineros decidimos actuar y para ello necesitábamos armas. Al acercamos a pedirlas en el cuartel de los guardias de Benavente, nos reciben a tiros. Tenemos unas cuantas bajas, algunos heridos y cuatro quedaron prisioneros. Fue otra sorpresa no prevista que se interpuso en nuestro camino. Los demás fuimos engañados y traicionados. Muy desmoralizados pudimos llegar a Villablino…

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