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viernes, 9 de marzo de 2012

"El Comandante Minero" enamorado


Foto gentileza de José Luis Gómez



Tal vez por el número de veces al día que la veía ante mí cuando cerraba los ojos, o porque tocaba y tenía que ser…; al marchar,como a traición,sin que se percatase su sobrina, ese día le di un beso en su mejilla. Pensaba que me iba a regañar. Ella lo aceptó.
No conseguí dormir en toda la noche pensando en ella.A la hora de despedirnos cuando volvimos a encontrarnos al día siguiente, en lugar prudente le volví a dar otro beso. Tal vez lo estaba esperando, pues en el breve instante que duró el contacto de nuestros labios, ni pestañeó, ni hizo movimiento alguno para retirar los suyos. Un suave y simple ¡hasta mañana! fue su despedida.
El regreso a casa fue apoteósico para mí. La empinada cuesta hacia Canga no existía. Iba de cuneta a cuneta del camino haciendo eses, sin haber bebido una sola gota de alcohol. Lo hacía para tardar más tiempo en llegar. No quería que el tiempo transcurriese y me apartara de mi sueño, el recuerdo de su imagen me hacía navegar sin rumbo en la oscuridad, aunque guiado por una estrella. La seguía viendo a mi lado, aunque estuviera en su casa. Me detenía en cada caboxu, quizás con la esperanza de que alguna xana(1) saliera de su escondite con antorchas en sus manos para iluminar mis pasos. De vez en cuando me paraba sólo para pasar mi lengua por los labios con la intención de saber si eran más suaves que los suyos: ¡Que va!, no tenía ni punto de comparación. Sus labios me habían dejado una sensación como la seda y mi lengua notaba ásperos a los míos. En esos momentos también se mezclaban las imágenes que seguía viendo nada más que cerraba los ojos y las sensaciones de sus labios pegados a los míos. Mi mente se hacía un lío, siendo incapaz de coordinar ambas cosas.
Mi corazón latía con fuerza. Me sentía feliz. Creo que estaba enamorado y pensaba que me quería.


(1). Ninfa.

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