Foto gentileza de José Luis Gómez
Cuando estaba el motor en marcha, los de asalto se despiden de nosotros y se van, pero sin avanzar más de veinte metros, el camión se detiene. Me llaman por el nombre y me dicen que baje. Me hacen pasar al cuartel y me conducen hasta la puerta donde estaban las camas del cuerpo de guardia. Yo no conocía al sargento Bonete, pero la descripción de la cara de mala uva, rencor y odio que irradiaba el rostro de aquel ser humano que me habían descrito en diferentes ocasiones, lo experimenté cuando estuve ante su presencia.
Vestido de paisano y con mirada de odio empieza a interrogarme. Para que me fuera preparando, antes de mediar una sola palabra por mi parte, me da una patada en el vientre y me tira al suelo. Comienzo a darme cuenta de quién es y lo mal que lo tuvieron que pasar nuestros familiares cuando él los interrogó. Me pisa. Los guardias que estaban acostados se levantan de sus literas y desde el fondo empiezan a animarlo:
-¡Mátale!
-¡Es poco, dale más!
Me obliga a levantarme y ya de pie empieza a darme bofetadas y puñetazos. Me encontraba en un estado de ánimo, que recibía todo con total sangre fría, que si entonces me matan, no lo hubiese sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario