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viernes, 18 de mayo de 2012

"El Comandante Minero" en 1936

Foto gentileza de José Luis Gómez.

Llegan las primeras consignas en los primeros meses del año 1936.
Nos llaman muy secretamente desde Mieres a los de más confianza, para que vayamos pensando cómo organizar unos grupos para trasladarnos a Madrid, Prieto piensa en dar un golpe de estado para tomar el poder. En esas estábamos cuando vienen los acontecimientos de julio de 1936. Nos cogen por sorpresa y nos adelantan en nuestro proyecto. Empieza la guerra.
Desde el primer día jamás pensé que podría salir con vida. Yo había estado en la de África y los moros no tenían más que cuatro fusiles y fueron muchas las bajas que causaron, pero la fuerza que en ésta íbamos a tener enfrente era mucho más peligrosa y todos nos dábamos perfectamente cuenta de la gravedad del momento y de lo dura que iba a ser esta guerra.
A pesar de ser consciente de todos los problemas que surgirían, las dudas de conciencia que se me plantearon sobre mi intervención en la misma fueron resueltas desde el primer día. Nada debíamos hacer más que afrontarla con todas sus consecuencias. El sacrificio del deber era la más sublime de las obligaciones.
Lo primero que tuve que prescindir fue muy duro para mí, implicaba separarme de Julia, mi mujer, y los hijos. Casi salí de casa violentamente, ya que se abrazó a mi cuello llorando y suplicando: que no me volviese a marchar, que no merecía la pena, que eran más importantes nuestros hijos que mi estúpido idealismo, que no me comprendía, que... Un puñal clavado en mi espalda me hubiese causado menos dolor que escuchar esas palabras pronunciadas por sus labios.
En mis oídos sonaron reiteradamente y durante mucho tiempo algunas de sus palabras: estúpido idealismo, estúpido idealismo, estúpido idealismo...
A esa frase que no paraba de zumbar en mi cabeza y no me abandonaba en ningún instante, hubo que sumar algo especialmente doloroso. Tenía que separarme también de mis hijos Dimas y Aurora, a los que preferí no ver antes de marchar.
Mi mente no podía olvidar las palabras de Julia; es más, sabía y era consciente que la represión caería también sobre ellos si las cosas salían mal en la guerra por mi culpa. Vinieron a mi retina…



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