Aparejo que diseñó Adolfo Desoignie para cargar las lanchas en el muelle de la concha de Arnao.
El carbón se
arrancaba con explosiones de pólvora y los pedazos grandes, más apreciados por
los consumidores, eran subidos a bordo de las lanchas a mano. El resto del
combustible se embarcaba con el nuevo sistema. Básicamente consistía en
hacer bajar por unos carriles de hierro unos cubos cargados con seis quintales
de carbón desde los cribos hasta las lanchas. González Lasala lo llama aparejo.
Estaba sostenido por dos robustos armazones de madera, entre los cuales
gira una gran polea que con un movimiento pausado baja el cubo en diagonal
hasta la altura de las cabezas de los marineros que se hallan dentro de las lanchas;
llegado a este punto aprieta el freno, y aunque la lancha oscile mucho, uno de
los tripulantes coge el cubo y lo vuelca en el momento oportuno descargando el
carbón en la lancha... Si por no estar la lancha bien colocada no dan los
marineros la voz convenida, el encargado del freno suspende el cubo en el aire
hasta el momento a propósito... Además de bajar los cubos con la prontitud que
se quiere, el carbón no se traquetea ni destroza.
Aunque lo último que
se hace en este Establecimiento con el carbón es embarcarlo... me parece a propósito
hablar ahora del modo de colocarlo en las lanchas. En un principio y en
el mismo sitio donde en la actualidad se hace el embarque, había colocado un
plano inclinado sin máquina, sobre el que se vaciaban los carros, y el carbón
abandonado a si mismo caía dentro de las
lanchas que al efecto se colocaban debajo: pero este método adolecía de
dos defectos muy grandes: el primero, que el combustible al caer se rompía en
pedazos menores que, siempre le hacen desmerecer algo en cuanto a su valor; y
el segundo y principal que, cuando la mar no estaba serena (como sucede tan a
menudo en esta costa) las lanchas no
podían permanecer quietas debajo del buzón y se verificaba muchas veces que el
carbón caía al agua perdiéndose mucho[14].
Las dificultades eran
frecuentes en la travesía entre el embarcadero de Arnao y el fondeadero de San
Juan porque cuando se conduzca por mar hay con frecuencia pérdida de lancha
o averías de todas clases[15]. El Ingeniero Lasala
nos añade que cada lancha se carga con doscientos cuarenta quintales
de carbón que, se conduce al puerto de San Juan en la ría de Avilés,
volviendo a recordar: yendo siete marineros en cada una[16].
Cuando había temporal
en la mar y había necesariamente que cargar veleros en el embarcadero de San
Juan centenares de personas que concurren a la conducción del carbón por
tierra; ni una sola piedra se ha conducido por mar en el tiempo que Vds.
indican, y todo ha sido por tierra, sin
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[14] .
González Lasala, José. Memoria sobre las minas de carbón de piedra de Arnao
(Asturias)/ Presentada a la Dirección General del ramo por el aspirante D. José
González Lasala /1847. Centro de Estudios Rurales de Cantabria. Universidad de Cantabria 1991.
[15] . (CC.AHA.) 15
-diciembre- 1838.
[16] .
González Lasala, José. Memoria sobre las minas de carbón de piedra de Arnao
(Asturias)/ Presentada a la Dirección General del ramo por el aspirante D. José
González Lasala /1847. Centro de Estudios Rurales de Cantabria. Universidad de Cantabria 1991.
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Los temporales invernales en Asturias eran
muy fuertes y especialmente lo fueron el año 1840. El 8 de febrero hubo un
espantoso huracán. Unos marineros del puerto vecino de Candás y del de
Cudillero fueron víctimas en la mar.
Fueron seis las lanchas que zozobraron en la tarde y noche de la tormenta.
Cinco del puerto de Candás y una del de Cudillero. Esta sólo perdió ocho hombres, pues otra que venía por la popa
de ella, viéndola naufragar se aproximó “(¡rasgo heroico digno de la más
eterna gratitud!) e hizo las diligencias posibles en medio del inminente
peligro que también le amenazaba, para salvar la tripulación; mas sólo pudo recoger
doce tripulantes, que tuvieron la fortuna de sostenerse a nado, ya tan
fatigados y rendidos que si tarda en llegar el socorro diez minutos, hubieran
sido infaliblemente víctimas, como sus compañeros, del furor de la brusca
tempestad.
Candás ha quedado
arruinado para mucho tiempo con la pérdida de ciento y pico de hombres, los
mejores marineros que tenía, cinco lanchas, aparejos, etc., y lo deteriorado
que se va poniendo el muelle por falta de una periódica renovación cual exigen
las obras hidráulicas, quedará reducido aquel pueblo a una aldea insignificante.
El corresponsal del
periódico de Madrid que redactó la tragedia acababa su crónica planteándose las
siguientes preguntas: ¿Y a dónde irán de ochenta a noventa viudas que
aproximadamente habrán sufrido tan amarga suerte? ¿A dónde tantos hijos
hermanos y parientes que dependían únicamente del beneficio de la pesca, que
los ahogados sacaban de la mar?[18].
El polvo de carbón
que se generaba en el trasiego del mineral dentro y fuera de la mina empezó a ser
un problema. Al inicio de la explotación, se arrojaba al mar, más tarde se
empezó a vender a los caleros instalados en la desembocadura de la ría
avilesina cuando se dejó de explotar la mina de San Juan que los surtía.
Existen apuntes en el año 1839 para la Compañía de San Sebastián de 646,
320, 1286, 320 quintales. Lo transportaron las lanchas. También hay apuntes de partidas de este tipo de carbón
para la Compañía de Calvero de esta villa. En los años siguientes
continuaría el suministro de este modo. La mina disponía de cuatro lanchas
para realizar el transporte.
Era
habitual en invierno, cuando se paraban las actividades, dejar a muchos de los
mineros a medio jornal turnándose entre todos ellos los días de trabajo. El
modo de comunicarlo sería similar al que emplearon para hacerlo saber a José
García Robés de San Juan que recibió este escrito: Concluida ya en gran
parte las faenas que están al cargo de V. y debiendo limitarse hasta la próxima
primavera al cuidado de las lanchas, y debiendo procurar la mayor economía
posible, debo manifestarle a V. que desde el 22 del mes corriente que estampará
V. en sus cuentas medio sueldo, sin perjuicio de volver al sueldo por entero
tan pronto como los intereses de la mina volviesen a necesitar la presencia
continua de V. en San Juan como de costumbre”[19].
A punto de finalizar
el invierno, José García Robés, recibió nuevo aviso para que empezase a
trabajar a jornada completa con las cuatro lanchas. La mar obligaba a tomar tal
medida ya que desde el 15 de noviembre por solamente tres días hemos podido
ir a Arnao con la lancha por el mal estado de la mar”[20].
En otro escrito que
le enviaron contenía además unas normas muy concretas y precisas sobre el
funcionamiento de las lanchas: Para el gobierno de las tripulaciones
tendrá V. presente lo que sigue:
Quedan habilitados de patrón de las lanchas,
Molin, Martínez, Andrés, Pachi y Manuel Castañedo.
Quedan
a elección de los mismos, los marineros de su tripulación, pudiendo tomar los
que les parecieran mas de su confianza, salvo los de la tripulación de Juanín,
hasta aviso contrario, pudiendo no obstante echar mano de Alejandro Mendez y el
hijo del herrero a pesar de ser comprendidos en otra tripulación.
Cada
uno de los patrones referidos tiene
derecho a llevar cualquiera de las cuatro lanchas, eligiendo el que primero
llegase.
La tripulación en llegando cargada de la mina
debe desocupar, o sea descargar la lancha, caso de reclamarla otro patrón para
otro viaje, y si no lo hiciese dispondrá V. que otros lo hagan de cuenta de la
misma, si quisiera la 1ª tripulación hacer un 2º viaje, es claro que tiene
derecho a hacerlo con preferencia. Al Sobrestante corresponde cuidar de que no
haga mala interpretación de estas disposiciones en perjuicio de las
Tripulaciones de Andrés y de Juanín[21].
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